La ternura by Roy Galan

La ternura by Roy Galan

autor:Roy Galan
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2017-10-13T00:00:00+00:00


En el bar hay muy poca gente. En un primer vistazo puedo contar unas diez personas. Es un lugar negro y rojo. Hay taburetes tapizados y parece que todo es pegajoso. Algunos hombres beben y juegan en una mesa de billar. Los amigos de L. se sientan al fondo mientras que ella va a pedir a la barra. No sé qué hacer. Bah. Me acerco yo también a la barra. El camarero es un chico calvo al que le falta un brazo. No lo oculta como algunas personas que se ponen una camisa y doblan disimuladamente la manga. A él parece no importarle porque lleva una camisa corta y el muñón brilla igual que su calva. Pedimos unas cuantas cervezas. Antes de que termine de ponerlas, el hombre que está a nuestra izquierda saca un billete.

—Yo invito.

Paga y el camarero le entrega la vuelta. Tenemos que darle las gracias pero a mí no me apetece. No me gusta que me inviten a nada. No me gusta tener que iniciar una conversación con una persona que no conozco solo porque tiene dinero y lo ha usado en invitarme. L. choca su cerveza con la copa que tiene el hombre en la mano y este la mira de arriba abajo como si L. fuera un coche y él un túnel de lavado. Nos disponemos a irnos, pero el hombre agarra del codo a L. Ella le mira sorprendida.

—No os vayáis todavía. Podemos pasarlo bien los tres.

L. se suelta de la mano y entonces le dice que no, gracias, que las dos estamos perfectamente bien como estamos.

—No serás lesbiana, ¿no? Aquí tengo algo grande que te puede curar.

Vuelve a coger a L. y como con un instinto reflejo le meto una patada en los huevos, pero no lo suficientemente fuerte como para que no pueda responderme con un piñazo en la boca. Noto toda la cara ardiendo mientras el labio se me empieza a hinchar como una pelota de esas de plástico de la playa. L. me coge de la mano, silba para llamar a sus amigos y salimos corriendo del antro, mientras el hombre grita que nos va a pegar una paliza. Pero no puede porque ya no estamos allí.

No paramos de correr hasta detenernos en un portal. Abrimos la puerta y subimos las escaleras del edificio para llegar a un sitio en el que hay un cartel que dice que hay que dejar los zapatos fuera. Parece que es una fiesta porque dentro se escucha música y mucho jaleo. L. se quita sus botas militares y debajo aparecen unos calcetines verdes con varios agujeros por los que se le salen los dedos. Son como pequeños gusanos que quieren salir de una manzana. Yo hago lo mismo y entramos. Es una especie de estudio con muchas columnas de hierro. Las paredes están pintadas al estilo de la furgoneta y por todos lados hay gente de pie, hablando y bebiendo. También veo personas en grandes sofás completamente rotos e incluso acostadas en el suelo.



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